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Gabriel de la Mora

Gabriel de la Mora, 58 días II, 2019, Eroded and consolidated oil on canvas, 7.87 x 9.84 x .78 inches

Gabriel de la Mora

I draw these letters 

as the day draws its images

and blows over them and does not return

Writing, Octavio Paz

The poet is a creator who disappears behind his work, says Octavio Paz.  This condition is necessary for the reader to complete the poem, since the images can only be freely interpreted when they have been separated from their author. Paz ponders with Heraclitus that it is the logos itself that is manifested in the poem and, through its matter, the individual subjectivity of the author is not expressed, but the voice of all humanity. Similarly, in the works that comprise the series The Sense of Possibility, by Gabriel de la Mora, the artist gives place to nature, which literally acts on the canvases.

These pieces were conceived as a response to the environmental deterioration caused by our industrial and extractive activities. During a visit to Monterrey in September 2015, De la Mora documented the gradual deterioration of Cerro de las Mitras, where there are deposits of raw materials for the manufacture of cement. The series consist of landscapes and seascapes acquired in antique and flea markets – decorative pieces, by forgotten or unknown authors, perhaps as a result of quasi-industrial production lines – that were exposed to the elements for different periods of time.

The process reverses the meaning of outdoor painting: that idyllic figure of the painter in the field that popular culture tends to regard as the ultimate attempt to capture the essence of the landscape. Here nature is imposed on the pieces: the wind, the sun, the humidity, hailstones and changes in temperature act on the pieces to transform them. They have ceased to be a representation of the landscape to become an indication of the presence of nature and its effects. In them the tension is manifested between the practice of painting with its claim to eternity –the image that fixes the moment to stop time, the technique that has developed the materials that try to prevent the decay of the pictorial object– and the deterioration caused over time, a slow, almost imperceptible erosion that has been halted and stabilized again.

The pictorial image is an instant charged with subjectivity that De la Mora turns into a device at service of memory, understood according to the philosopher Manuel Cruz1, as a human glance about the world, as an instrument to see reality from another perspective. However, the procedure that the artist has used causes a double negative, each of these pieces is the representation of a landscape that is no longer there, and at the same time, it is a representation that disappears: it is the erased memory of an absence indicating that the memory is always on the verge of oblivion.

Eric Nava Muñoz

1. Manuel Cruz, Cómo hacer cosas con recuerdos 2007, Buenos Aires, Katz.

...

Yo dibujo estas letras

como el día dibuja sus imágenes

y sopla sobre ellas y no vuelve

Escritura, Octavio Paz

El poeta es un creador que desaparece detrás de su obra, dice Octavio Paz, esta condición es necesaria para que sea el lector quien complete el poema, pues las imágenes solo pueden interpretarse libremente cuando se han separado de su autor. Paz piensa con Heráclito que es el logosmismo que se manifiesta en el poema y a través de su materia no se expresa la subjetividad individual del autor, sino la voz de toda la humanidad. De manera análoga, en las obras que componen la serie El sentido de la posibilidad, de Gabriel de la Mora, el artista cede su lugar a la naturaleza que actúa, literalmente, sobre los lienzos.

Estas obras fueron concebidas como una respuesta al deterioro ambiental provocado por nuestras actividades industriales y extractivas. Durante una visita a Monterrey, en septiembre de 2015, De la Mora documentó la desaparición paulatina del cerro de las Mitras, donde se encuentran yacimientos de materias primas para la fabricación de cemento. La serie está compuesta de paisajes y marinas adquiridas en mercados de pulgas y antigüedades –piezas decorativas, de autores olvidados o desconocidos, quizá resultado de cadenas de producción casi industriales–, que fueron expuestas a la intemperie por distintos periodos de tiempo.

El proceso invierte el sentido de la pintura al aire libre: esa figura idílica del pintor en el campo que la cultura popular tiende a considerar como el intento máximo para capturar la esencia del paisaje. Aquí la naturaleza se impone sobre las piezas: el viento, el sol, la humedad, el granizo y los cambios de temperatura actúan sobre ellas para transformarlas. Han dejado de ser una representación del paisaje para convertirse en un indicio de la presencia de la naturaleza y sus efectos. En ellas se manifiesta la tensión entre la práctica de la pintura con su pretensión de eternidad –la imagen que fija el instante para detener el tiempo, la técnica que ha desarrollado los materiales que tratan de evitar la decadencia del objeto pictórico– y el deterioro causado por el transcurso del tiempo, una erosión lenta, casi imperceptible que nuevamente ha sido pausada y estabilizada.

La imagen pictórica es un instante cargado de subjetividad que De la Mora convierte en un dispositivo al servicio de la memoria, entendida, según el filósofo Manuel Cruz1, como una mirada humana sobre el mundo, como un instrumento para ver la realidad de otra manera.  Sin embargo, el procedimiento que ha usado el artista produce un doble negativo, cada una de estas piezas es la representación de un paisaje que ya no está, y a la vez es una representación que desaparece: es el recuerdo borrado de una ausencia señalándonos que la memoria está siempre al borde del olvido.

Eric Nava Muñoz